Animales en la cueva


El solitario barbakkia estaba en su cueva envuelto en sus placeres sádicos. No se dio cuenta cuando, en aquel lúgubre lugar, sonó tímido el crepitar de unas hojas secas bajo los pies de un invitado no esperado. Se trataba de un norteño de rostro afeitado, ojos pardos y torso musculoso, cuyo tiznado pelo  recogido mediante una cinta de cuero mostraba su ancho pescuezo, como si de un toro se tratase. Con sus dos metros de altura, debía andar semincorporado a través del estrecho pasadizo mientras se internaba en la cueva.
El norteño sabía que sólo quedaba un barbakkia en su interior, lo sabía porque ese era su trabajo.  En sus sigilosos ademanes demostraba haber realizado demasiadas tareas como mercenario como para ponerse nervioso en los instantes previos al asesinato.
         Los viscerales gemidos del canino con el que el  barbakkia se estaba consolando proporcionaron al norteño un escenario que, dada su destreza, permitió una ventaja excepcional que no iba a desaprovechar. Y así lo hizo, todo fuese muy rápido. En el tiempo que tardo la perra en separarse para morder al norteño el barbakkia ya caía inerte sobre la fría roca.
         Al salir de la cueva, portando el cuerpo del barbakkia, le esperaban 3 mercenarios más. El norteño se dirigió al más bajito de ellos:
-No me extraña que los expulsaran de la gran montaña, los barbakkias no merecen tener semejantes bestias entre sus clanes.- lo echó sobre su montura y murmuró para sí "malditos exiliados".

No hay comentarios:

Publicar un comentario