El solitario barbakkia estaba en su cueva envuelto en sus placeres sádicos. No se dio cuenta cuando, en aquel lúgubre lugar, sonó tímido el crepitar de unas hojas secas bajo los pies de un invitado no esperado. Se trataba de un norteño de rostro afeitado, ojos pardos y torso musculoso, cuyo tiznado pelo recogido mediante una cinta de cuero mostraba su ancho pescuezo, como si de un toro se tratase. Con sus dos metros de altura, debía andar semincorporado a través del estrecho pasadizo mientras se internaba en la cueva.
Bienvenidos
El presente códex pretende amasar digitalmente el compendio de manuscritos usados en las partidas de rol que tienen cómo escenario de campaña a la tierra de corte medieval fantástica llamada Andrania.
Sobre Andrania: El fin de este escenario no es disponer de un escenario de fantasía medieval bien argumentado y descrito. No, el fin de Andrania es que crezca gracias a las aventuras de un grupo de amigos y evolucione según los deseos de estos… en este sentido vendría a ser algo así como el país de Fantasía en la conocida obra de Michael Ende La historia Interminable.
A cerca de la participación: Si estáis interesados en participar de algún modo o queréis preguntar podéis poneros en contacto enviando un correo electrónico a contacto@demariusland.es
Cómo navegar por el Códex
Para que repercuta en un mayor orden, la barra lateral contiene el desglose del contenido de éste microsite. Primeramente, en el apartado Campaña, podéis ver una brevísima descripción sobre las diferentes sagas jugadas. Seguidamente y ordenados cronológicamente podremos enlazar en cualquier crónica de las partidas jugadas- aún no hay crónicas de la saga 1-. Si nos apeteciera ir directamente a las descripciones sobre lugares andranitas también tenemos un pequeño listado tras las crónicas de las sagas. Y finalmente los distintos relatos que aportan trasfondos a la trama principal.
Animales en la cueva
relato 0
by:Prayag Verma
El solitario barbakkia estaba en su cueva envuelto en sus placeres sádicos. No se dio cuenta cuando, en aquel lúgubre lugar, sonó tímido el crepitar de unas hojas secas bajo los pies de un invitado no esperado. Se trataba de un norteño de rostro afeitado, ojos pardos y torso musculoso, cuyo tiznado pelo recogido mediante una cinta de cuero mostraba su ancho pescuezo, como si de un toro se tratase. Con sus dos metros de altura, debía andar semincorporado a través del estrecho pasadizo mientras se internaba en la cueva.
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